En Londres se ve que lo de PETA y la crueldad animal lo deben de tener interiorizado, por eso no dejan morir de hambre ni a sus ratas (versión terrestre y versión voladora) ni a sus cucarachas.
Igual, decir que está infestado de ratas es pasarse, pero es que son como la mascota que me falta: vecinas, compañeras de trabajo, usuarias de la red de metro... El metro es su lugar, es facilísmo verlas pasar zumbando entre las vías e incluso, si no está muy lleno de gente que les perturbe la paz interior, paseando por el andén. Pero no se limitan a ello. Salen. Se multiplican. Las hijas viven mejor que los padres y en vez de vivir en un semisótano sin ventilación, consiguen un apartamente con calefacción central en Knigthsbridge. Y ahí es donde entro yo: abres un armario y SORPRESA! Algo te sale corriendo entre las piernas. Eso sí, pequeñitas y muy cucas, son más ratitas de campo que de arbellón.
Pero si en los interiores están ellas, en los exteriores tienes que vertelas con sus primas con alas: las palomas. Y puestos a ello, creo que casi me caen peor. Las ratas me temen; a las palomas, las temo. En ciertas zonas han digievolucionado y si vas a Camden, se han mimetizado con el ambiente: son palomas góticas - punk (es decir, negras, tiñosas y con las plumas de punta) y encima no solo es que van on fire como cualquier paloma de bien, es que te amenazan para que les des arrrrrgo y todas están mutiladas.
Y por último (y no menos importante) el tema insectos: los bedbugs y las cockroaches. De las unas, tuve más que suficiente. De las otras, estoy teniendo. Se pasean por el suelo de mi restaurante y las ordenes son "matadlas, matadlas a todas. Y que no lo vean los clientes" ¿Qué qué? ¿Molan?
No hay comentarios:
Publicar un comentario